Se trata de una especie que prefiere ambientes con un clima oceánico, donde la sequía, el rigor invernal y los contrastes térmicos son reducidos o están amortiguados por el relieve local. Requiere ambientes húmedos y, en ambientes mediterráneos, prospera bien en las orillas de arroyos y manantiales que no secan en verano. Es habitual en suelos silíceos aunque también puede vivir sobre suelos carbonatados.
El loro no requiere ambientes sombreados como a veces se cree, su presencia en ellos se debe a que en el ámbito mediterráneo, el agua es más abundante en zonas con sombra. Se ha demostrado que las plántulas no sobreviven con mucha sombra y por el contrario son mucho más vigorosas en lugares iluminados y con humedad asegurada.
Los hábitats idóneos en La Rioja serían las orillas de arroyos sin estiaje y la periferia de los manantiales de ladera con buena iluminación y suelo profundo, pero no encharcado, entre 600 y 1.300 m de altitud.