Alta montaña es sinónimo de rigor, de dureza. Los vientos son habituales y soplan con fuerza; la diferencia de temperaturas entre el día y la noche se extrema, al igual que los cambios de estación que pueden pasar, con cortos intervalos, del sol abundante y fuerte del verano a la presencia constante de hielos y nieve en el invierno. Y la radiación ultravioleta, excesiva para la vida de muchas especies tanto vegetales como animales.
Es necesario un alto nivel de adaptación para sobrevivir en un medio tan extremo. Factores tan rigurosos en el clima condicionan mucho la vida, obligando a vegetación y fauna a reunir unas cualidades muy específicas, casi podríamos pensar en un diseño calculado que les permite desarrollarse sacando provecho de las condiciones adversas.
Existen dos niveles o cinturones de vegetación, claramente diferenciables a medida que pasamos de las zonas más elevadas a las de menor altura, colindantes ya con los primeros bosques.
En las zonas más altas las condiciones climáticas son tan extremas que tan sólo sobreviven algunas especies de pastos herbáceos muy duros y resecos. No hay vestigios de plantas leñosas; tan sólo céspedes y líquenes.
Por debajo de la línea de cumbres , en el espacio comprendido entre los pastizales de alta montaña y los primeros bosques de silvestre, aparece una banda de matorrales achaparrados conformando la corona más elevada de plantas leñosas. Básicamente, brecina ( Calluna vulgaris ) y enebro rastrero ( Juniperus nana ) se reparten esta franja del terreno. Cuando los suelos son profundos y húmedos aparecen los cervunales ( Nardus stricta ), pastos de talla media densos y siempre verdes, de gran importancia para la ganadería, en otra época trashumante.
En un ambiente tan desolado, con ocho meses de frío intenso y escaso alimento habitan pocas especies animales ; pero las que hay son singulares , especialistas de la alta montaña, de gran importancia por su escasez en La Rioja y, también en el ámbito peninsular, como es el caso de la perdiz pardilla ( Perdix perdix ), el pechiazul ( Luscinia svecica ), el acentor alpino ( Prunella collaris ) o el topillo nival ( Chionomys nivalis ).
El pasado glaciar de estas alturas es reconocible por los circos . Hoy aparecen como pequeñas hoyas en cuyo pie se instala un fondo semiplano que, en ausencia de nieve, queda encharcado gran parte del año. A su alrededor aparecen turberas subalpinas y prados húmedos turbosos con pequeñas plantas insectivoras como el atrapamoscas ( Drosera rotundifolia ) y la grasilla ( Pinguicula vulgaris ), juncos atlánticos ( Juncus squarrosus ) y brezos de turbera ( Erica tetralix ). Los hoyos son también excelentes zonas de cría para los anfibios y en sus escarpadas laderas de piedra viven lagartijas roqueras.
La Sierra de Cebollera es el único espacio que acoge en sus bosques tres especies de pinos que crecen de forma natural en La Rioja: el pino silvestre (Pinus sylvestris), el pino negro (Pinus uncinata) y el pino negral (Pinus pinaster); circunstancia que reafirma su valor como enclave botánico de singular interés.
El pino silvestre ocupa hoy en día grandes extensiones en esta Sierra, habiendo prosperado sobre pastizales y matorrales que en su día sustituyeron a los hayedos y robledales. Cuando el declive de la trashumancia hizo que disminuyera la presión ganadera, a finales del siglo XIX, empezó el proceso colonizador del pino aprovechando el estado empobrecido del suelo y la ausencia de sombra, condiciones en las que se desarrolla con facilidad y en las que, además, las frondosas que antiguamente ocuparon los territorios son incapaces de crecer. En las zonas más elevadas los bosques se aclaran en pinares abiertos que coexisten con los matorrales de alta montaña.
El pino negro ocupa un área reducida en el Castillo de Vinuesa (Villoslada de Cameros) que es, además, la única cita que se encuentra en todo el Sistema Ibérico Septentrional.
En cuanto al pino negral , existen citas de ejemplares y rodales aislados preferentemente en zonas soleadas de media montaña.
El sotobosque de los pinares de Cebollera se acompaña de retamas o escobas ( Sarothamnus sp.) de vistosas y melíferas flores amarillas y de enebros ( Juniperus communis ), con cuyas bayas se aromatiza la ginebra. También crecen los brezos ( Erica sp.), con los que se confeccionan las pipas de fumador, la brecina, que ofrece sus frutos a los animales silvestres ramoneadores; y el acebo ( Ilex aquifolium ), que cumple la doble y vital función de alimento y refugio de muchas especies animales, también protegidas.
Las aves que habitan el pinar son insectívoras o se han adaptado al consumo de las semillas que proporciona el bosque. Muchas de ellas son especies singulares en la fauna riojana: piquituerto común ( Loxia curvirostra ), carbonero garrapinos ( Parus ater ), herrerillo capuchino ( Parus cristatus ), agateador norteño (Certhia familiaris), reyezuelo sencillo ( Regulus regulus ) ... También encontramoa otras aves que utilizan otros medios forestales como: el pico picapinos ( Dendrocopos major ), el arrendajo (Garrulus glandarius) y la paloma torcaz ( Columba palumbus ), y también avecillas insectívoras, como el petirrojo ( Erithacus rubecula ), el reyezuelo listado ( Regulus ignicapillus ), pinzón vulgar ( Fringilla coelebs )... y rapaces diurnas como el azor ( Accipiter gentilis ) y el gavilán ( Accipiter nisus ), o nocturnas como el cárabo ( Strix aluco ).
En cuanto a los mamíferos encontramos ungulados de importancia cinegética: ciervo ( Cervus elaphus ), corzo ( Capreolus capreolus ) y jabalí ( Sus scrofa ); félidos como el gato montés ( Felis silvestris ), hasta mustélidos como la garduña ( Martes foina ).
El haya es una especie típica eurosiberiana, necesitada de abundantes precipitaciones. Esta circunstancia hace que le sean más favorables las zonas en las que la insolación es menor y puedan aprovechar más eficazmente las lluvias. La franja altitudinal que ocupan suele tener su límite superior en 1.700 metros, a partir de los cuales el pino silvestre compite en condiciones más favorables.
El hayedo es un bosque umbroso , propio para la fábula y el misterio. Las copas repletas de hojas proyectan una sombra densa en cuyo interior las condiciones ecológicas se vuelven estrictas y excluyen otros árboles y arbustos. A la sombra espesa se une el agresivo chaparrón de hojas durante el otoño, consiguiendo desbaratar toda competencia; sólo al principio de la primavera, cuando las hayas aún no han brotado, se produce una leve floración que aprovecha el breve período previo al regreso de la sombra. Epipogium aphillum es una pequeña orquídea de alimentación saprofítica, color ambarino con pinceladas rojizas que utiliza el suelo de estos hayedos para florecer. Su distribución es eurasiática boreo-templada, es muy escasa y la Sierra de Cebollera es uno de los tres enclaves de toda España donde ha sido citada.
Copas espesas y sombra densa son un hábitat incómodo, por lo que las comunidades faunísticas de los hayedos son, en general, escasas. Pero producen un microclima especial, permanentemente húmedo, muy favorable a la presencia de anfibios : en los bordes de los hayedos y en sus charcas son fácilmente detectables, sobre todo en época de cría, el tritón palmeado ( Triturus helveticus ), el tritón jaspeado ( Tritusus marmoratus ), los sapos común ( Bufo bufo ) y partero ( Alytes obstetricans ) y la mimética ranita de San Antonio ( Hyla arborea ), totalmente ligada al agua y a la vegetación arbustiva y herbácea; especies no sólo inofensivas, sino beneficiosas por el control que ejercen sobre los insectos.
También son comunes los reptiles , como el lución ( Anguis fragilis ) y el lagarto verde ( Lacerta bilineata ) que se ocultan en los herbazales, matorrales y zarzales de los claros del bosque; los amantes de los pedregales como la lagartija roquera ( Podarcis muralis ) y la víbora áspid ( Vipera aspis ), único reptil venenoso del Parque. En las pedrizas que se intercalan entre los hayedos, pinares y robledales habita también la inofensiva culebrilla lisa europea ( Coronella austriaca ).
Las aves encuentran en el hayedo refugio y comida. Por estos bosques pueden observarse con facilidad un gran número de pajarillos, entre los que podemos destacar por su singularidad el camachuelo común ( Pyrrhula pyrrhula ), papamoscas cerrojillo ( Ficedula hypoleuca ), carbonero palustre ( Parus palustris ), colirrojo real (Phoenicurus phoenicurus) y la becada o chocha perdiz ( Scolopax rusticola ).
El jabalí, siendo más propio de los cercanos rebollares, gusta de pasear por la fresca sombra de los hayedos y en su interior proliferan ratones leonados ( Apodemus flavicollis ) y lirones grises ( Glis glis ).
Los rebollares ocupan las tierras más bajas de la Sierra ; entre 1.000 y 1.400 metros, pueden llegar a los 1.600 metros en las laderas orientadas a mediodía al ser menor la competencia de los hayedos y al quedar compensados los límites climáticos derivados de la altitud por una mayor insolación.
Es el bosque dominante en la zona norte de Villoslada y sobre todo en Lumbreras, donde coexiste con zonas antiguamente cultivadas y con brezales de Erica aragonensis que también sustituyen al hayedo en las zonas degradadas. En el otro extremo, en la parte sur de la Sierra, se adentra casi siempre en la favorable solana. Sus antiguos territorios están ocupados por pastizales extensivos de media y baja altura, en una zona en la que no pudieron progresar los cultivos a causa de las bajas temperaturas.
El rebollar, aunque rico en sombras fresca y cerrada, permite una mayor riqueza en el sotobosque y, más posibilidades de alimento y refugio para la fauna. Jabalí, corzo y ciervo lo adoptan como refugio preferente y fuente básica de alimentación. En los aguazales son frecuentes las becadas sobre todo durante el invierno. En las zonas abiertas con arbustos, setos y árboles dispersos es frecuente el escribano cerillo ( Emberiza citrinella ) o el alcaudón dorsirrojo ( Lanius collurio ). En los prados que esponjan el bosque es fácil observar los montículos de tierra recién excavada que delatan la presencia del topo europeo ( Talpa europaea ). Topillos rojos ( Clethrionomys glareolus ), musarañas tricolores ( Sorex coronatus ) y enanas ( Sorex minutus ) aparecen también en estos bosques.
Los mustélidos , comadreja ( Mustela nivalis ), gineta ( Genetta genetta ) o tejón ( Meles meles ), también encuentran un buen lugar para esconderse en los rebollares y en la cercanía de los núcleos urbanos una fuente de alimento en la que compiten en oportunismo con el zorro ( Vulpes vulpes ) y la garduña.
Su microclima más favorable y la habitual proximidad a setos, praderíos y cultivos son razones suficientes para que una infinidad de aves aniden entre sus ramas. Hasta 36 especies pueden considerarse típicas del rebollar, pero compartidas con los colindantes hayedos y con la vegetación de ribera que acompaña a los ríos y arroyos de estos montes, donde todavía viven mamíferos tan emblemáticos como el visón europeo ( Mustela lutreola ), la nutria ( Lutra lutra ) y el desmán ibérico ( Galemys pyrenaicus ), así como aves tan vistosas como el mirlo acuático ( Cinclus cinclus ), amante de las aguas transparentes y oxigenadas al igual que la trucha común ( Salmo trutta ).
En la rica diversidad del rebollar encontramos varias especies de murciélagos forestales : nóctulo grande ( Nyctalus lasiopterus ), murciélago orejudo dorado ( Plecotus auritus ), murciélago bigotudo ( Myotis mystacina ) y murciélago de bosque ( Barbastella barbastellus ) entre otros, que encuentran en los árboles más viejos lugar donde guarecerse.