Haber sufrido un cáncer se asocia a una serie de secuelas a largo plazo, tanto psicológicas como físicas. De estas últimas destacan, entre las más habituales, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y otros trastornos endocrinos, la osteoporosis y la osteopenia. Se sabe que las personas que han sufrido cáncer mueren más a menudo por enfermedades cardiovasculares que el resto de la población. Por ello, las intervenciones nutricionales basadas en la evidencia científica y que pretenden la prevención y el tratamiento de estas consecuencias son imprescindibles una vez superada la enfermedad.