14 de diciembre de 2010

Un equipo mixto de investigadores, dirigido por el Doctor Alfredo Martínez del Centro de Investigación Biomédica de La Rioja (CIBIR), en el que han participado también científicos del Instituto Cajal (CSIC) de Madrid y de la Universidad Autónoma de Madrid, ha estudiado la influencia del gen de la adrenomedulina en los infartos cerebrales.

Para ello, utilizaron ratones modificados genéticamente a los que se les había suprimido el gen de la adrenomedulina y se compararon con ratones silvestres (normales). A todos los ratones se les practicó una oclusión de la arteria cerebral media del lado izquierdo para así producir un infarto que afecta a la corteza cerebral del mismo lado.

Los ratones que carecían del gen de la adrenomedulina presentaron infartos cerebrales más grandes que los animales que sí expresaban este gen, indicando que la adrenomedulina es un factor protector frente al daño causado por la isquemia cerebral.

Los autores han identificado los mecanismos moleculares por los que la adrenomedulina ejerce esta acción neuroprotectora y estos incluyen la modulación de la producción de óxido nítrico, de las metaloproteasas de la matriz extracelular, y de los procesos de angiogénesis, autofagia y apoptosis.

Estos resultados sugieren que aquellos fármacos capaces de potenciar la acción de la adrenomedulina podrían tener aplicaciones clínicas para el tratamiento de los infartos cerebrales. El equipo del Doctor Martínez ha identificado una serie de moléculas que aumentan la actividad de la adrenomedulina y, por tanto, podrían tener valor como agentes neuroprotectores.

El laboratorio continúa trabajando en esta área con la esperanza de llegar a ensayos clínicos en un futuro no muy lejano. Los resultados de esta investigación aparecerán publicados mañana en la edición en papel de la prestigiosa revista ‘Neuroscience’.

Los infartos cerebrales son responsables de una alta tasa de mortalidad en los países desarrollados y una de las principales causas de discapacidad laboral en nuestra sociedad.

La mayor parte de estos infartos se producen por un trombo que obstruye una arteria cerebral, privando así de oxígeno y alimento a una zona más o menos amplia del cerebro.

Si esta situación no se corrige rápidamente se producen daños irreparables debido a la muerte de las neuronas presentes en la zona hipóxica (carente de oxígeno).

Los tratamientos habituales consisten en aplicar medicamentos anticoagulantes con la esperanza de que eliminen el trombo y se restaure la circulación.

Fuente: CIBIR

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