Existe una creciente conciencia social acerca de la calidad de los alimentos que comemos, y también sobre las consecuencias medioambientales de nuestras compras. Pero tal y como explica Ali Partovi, inversor y consultor de nuevas empresas, el problema actual de la agricultura ecológica son los precios, y una demanda cada vez más alta frente a la oferta disponible. Según Partovi, la solución está en utilizar la tecnología para conectar directamente a agricultores y consumidores. Este emprendedor es uno de los participantes en el debate online que ha abierto Food+Tech, una consultora dedicada a la innovación en la alimentación, que trata de investigar cómo las tecnologías pueden transformar el sistema alimentario para hacerlo más abierto y eficiente.
Joanne Wilson, también consultora de startups tecnológicas, explica que existen nuevas oportunidades de negocio para sistemas que conecten de forma directa a pequeños productores con la ciudadanía, así como servicios que ayuden a los agricultores a gestionar de forma más eficiente su producción, a través de las TIC. En Estados Unidos se han extendido las plataformas de este tipo, y algunas van un paso más allá, ofreciendo servicios personalizados. Es el caso de Freshocracy, en Nueva York, que distribuye productos frescos directamente de las granjas en forma de paquetes donde vienen los ingredientes necesarios para cocinar seis platos, incluyendo también su receta correspondiente. A nivel estatal este modelo no está tan extendido y todavía resulta difícil encontrar en Internet servicios que concentren la oferta de alimentos locales directos a casa, aunque hay ejemplos como RecamBIO o Directodelcampo.com.
Las tecnologías también pueden ser una herramienta para optimizar el trabajo de los pequeños productores. Tal y como explica Beth Hoffman, experta en el sector alimentario en países en desarrollo, la tecnología aplicada a la agricultura normalmente se relaciona con maquinaria, químicos e ingeniería genética. Pero las TIC son una herramienta para que los pequeños agricultores puedan producir de forma más eficiente, y es un campo todavía muy poco explotado. En África hay varios ejemplos, con proyectos que utilizan sensores y GPS para controlar mejor las siembras y aplicaciones móviles para compartir información meteorológica o de mercado. También existen redes creadas por los propios agricultores, como Young Farmer's Coalition en Estados Unidos. En este caso, se trata de un grupo de pequeños granjeros que colaboran con nuevos emprendedores para desarrollar soluciones basadas en la tecnología.
Tal y como explica Danielle Gould, se trata de pasar de un sistema propietario a un diseño abierto. "Para mejorar el sistema alimentario primero hay que saber cómo funciona", afirma la fundadora de Food+Tech Connect, y hay que buscar incentivos para que los productores y empresas vinculados a la alimentación compartan su información. De esta forma se podrían desarrollar más servicios y aplicaciones que faciliten la compra de productos y nos permitan conocer mejor lo que comemos. Explica Gould que de la misma forma en que las empresas tecnológicas están trabajando para rediseñar la ciudad, los sistemas energéticos o los servicios de salud mediante las TIC, estas herramientas pueden trasladarse también al sector de la alimentación.