Vivimos en un mundo saturado de información. Nuevos productos con numerosas funcionalidades aparecen en el mercado. Responden a la necesidad de los consumidores de encontrar productos que no sólo les aporten un valor nutritivo sino que además aporten un efecto beneficioso para su salud. Pero, ¿es posible saber realmente qué beneficios aporta cada uno de ellos? Probar los efectos beneficiosos es más necesario que nunca y un reto para la industria hacerlo posible.
Alimentos naturales, alimentos a los que se les ha añadido o eliminado un componente, alimentos a los que se ha modificado la naturaleza de uno o varios de sus componentes, alimentos en los que la biodisponibilidad de uno o más componentes ha sido modificada; son varias las categorías de productos que han surgido para hacer frente a las nuevas demandas del consumidor.
Probar los efectos beneficiosos de los alimentos funcionales en la salud mediante evidencias científico-técnicas es una necesidad. También para conseguir la aceptación de los consumidores. Contar con un análisis clínico que los avale es, pues, necesario.
Esta validación funcional se puede determinar mediante la realización de estudios para la determinación de la capacidad biólogica del producto funcional in vitro e in vivo, utilizando tanto cultivos celulares, como modelos animales y ensayos clínicos.
Los ensayos clínicos con humanos deben ser aprobados por un Comité de ética de Investigación clínica. Para que el comité lo apruebe es necesario haber realizado antes un ensayo preclínico con animales.