29 de junio de 2009

Comercio y los Servicios del Sector del Metal, hecho pública su postura ante la decisión que se ha de tomar sobre la prorroga de la actividad de la central nuclear de Garoña, señalando que será decisiva para nuestro futuro energético y en caso de que se optara a por el cierre, dramática para la competitividad industrial de nuestro país.


De acuerdo con las voces más autorizadas, CONFEMETAL señala que España debería contar, por lo menos, con un 30 por ciento de su electricidad procediera de la energía nuclear, con porcentajes similares para las renovables y las fósiles. Y siempre sabiendo que las renovables tienen no pocos puntos débiles, entre ellos la necesidad de una energía de apoyo que complemente su carácter no gestionable, algo que es de vital importancia para las necesidades industriales.

La decisión de cerrar Garoña, marcaría negativamente la pauta de nuestro futuro y nos alejaría de las grandes potencias industriales, en función de dogmas y no de argumentos, fundados que conducen a la necesidad de un plan nuclear ajustado, tanto a nuestra demanda de electricidad, como a la necesidad de minimizar las emisiones de CO2, algo que no se conseguirá solo con las renovables.

Ese mix eléctrico ideal de alrededor del 30/30/30 se traduciría en que, aproximadamente, dos tercios de la electricidad se produciría sin emisiones de CO2, algo que debería ser más que convincente cuando es evidente que la energía nuclear no es ese Némesis capaz de acabar con todo lo que se le ponga por delante que algunos describen y que, con argumentos técnicos, es hoy por hoy poco defendible.

SEGURIDAD: No hay actividad humana que extreme más las medidas de seguridad, tanto activas como pasivas, que la industria nuclear que, además está controlada por entidades nacionales e internacionales independientes de la máxima solvencia. Y cualquiera familiarizado con el tema sabe que un reactor no puede explotar como una bomba atómica.

COSTE: Los antinucleares defiende que el coste del kilovatio nuclear es excesivo, mientras que la industria defiende su ventajosa comparación con el correspondiente al producido por combustibles fósiles y, desde luego, por los generadores eólicos, hoy necesaria y muy fuertemente subvencionados.

La incidencia del precio del combustible es mínima en el caso de la energía nuclear si bien no ocurre lo mismo con la inversión que es, comparada con otras tecnologías, bastante superior, a igualdad de capacidad o potencia. Se manejan cifras un tanto escalofriantes pero que la industria estaría dispuesta a afrontar, a condición de que exista una política clara, sin fluctuaciones inspiradas por presiones partidistas o de otra índole, que garantizara a las nuevas centrales la vida útil que la tecnología actual permite y que no plantearía problema alguno para su amortización.

RESERVAS DE COMBUSTIBLE: Ante las dudas sobre las reservas de uranio existentes para abastecer de forma razonablemente sostenible la demanda actual y previsible, es necesario señalar que las reservas económicas de cualquier recurso mineral dependen del precio del mismo. España, con los mayores recursos de uranio de Europa, a los precios actuales, no puede contar con reservas económicas. Éstas se estiman hoy, en todo el mundo, en 2,5 o 4,4 millones de toneladas a unos precios de 80 y 130 dólares el kilo, que aseguran el abastecimiento para unos cien años.

Ciertamente hay mucho más uranio, en la tierra y en los mares y su explotación es cuestión de un precio que tiene una incidencia poco importante en el coste final de la energía, sin olvidar que el procesamiento de los residuos da origen a nuevo combustible, así como que los reactores “criadero”, que crean más combustible del que consumen, son una realidad y no una teoría. A ello se añade que los reactores de nueva generación aprovechan mejor el combustible.

No menos importante es que la oferta de uranio, por razones geopolíticas, es menos proclive a presiones como las tan frecuentemente ejercidas por los países productores de petróleo.

RESIDUOS: La gestión de los residuos radiactivos es el aspecto de la energía nuclear que más preocupa a la opinión pública y en no menor medida a la industria. La cuestión no está total y definitivamente resuelta pero las soluciones y medidas en uso aseguran un control adecuado de los residuos y dan tiempo para que se hagan realidad las soluciones definitivas en estudio y desarrollo.

Las posibilidades de reducción de residuos (y al mismo tiempo de recuperar uranio y plutonio para usos posteriores, perfectamente controlados, con lo que se evita el peligro de proliferación) que brinda el procesado del combustible quemado, cuya prohibición en algunos países tiende a levantarse, junto al almacenamiento temporal en contenedores que facilitan el enfriamiento y garantizan el aislamiento hasta la solución definitiva, como el almacenamiento profundo, permiten que la medidas actuales ofrezcan un control seguro durante un tiempo suficiente hasta esa solución.

En cualquier caso la energía nuclear no está parada y, superadas ampliamente las primeras generaciones de reactores, los nuevos, en construcción o en proyecto, de tercera y cuarta generación, mejoran en seguridad, rendimiento, disminución de residuos y vida útil segura (del orden de 60 años) a sus predecesores. Es fácil imaginar lo que todo ello supone en I+D, experiencia, puestos de trabajo y repercusión en el nivel científico, tecnológico e industrial.