Los investigadores, de los Institutos Fraunhofer de Biología Molecular y Ecología Aplicada (IME) y de Técnicas Físicas de Medición (IPM), afirmaron que su innovador sistema analiza los gases emitidos por los alimentos in situ, por lo que ya no sería necesario enviar las muestras a un laboratorio. El sistema ofrece algo que no ofrecen las pruebas en un laboratorio: realizar comprobaciones rápidas y baratas. Mide componentes volátiles para determinar la madurez de las frutas y verduras y si son aptas para la venta y su posterior consumo.
El Dr. Mark Bücking, director del «Departamento de Análisis Medioambiental y Alimentario» del IME, explicó que el sistema se fundamenta en distintas tecnologías. Los sensores de metal-óxido, que se conocen sobre todo por su empleo en automóviles (en los que su función es cerrar la ventilación de un vehículo al entrar éste en un túnel, por ejemplo), son la pieza básica del diseño.
«Investigadores del IPM han profundizado en el desarrollado de estos sensores», declaró el Dr. Bücking. Antes de que el gas alcance los sensores, explicó, atraviesan una columna de separación en la que se filtran sustancias que carecen de relevancia para el aparato. «Si un gas pasa por el sensor a temperaturas de entre 300 °C y 400 °C, se quemará en el punto de contacto», añadió. «El intercambio de electrones que se produce modifica la conductividad eléctrica.»
Las primeras pruebas realizadas con un prototipo del sistema han deparado resultados prometedores. El Dr. Bücking opina que el precio de estos equipos podría llegar a alcanzar los miles de euros y que podría resultar de interés para los principales distribuidores: a pesar de que la sensibilidad de este sistema más versátil es comparable a la de los equipos que se utilizan habitualmente en los laboratorios dedicados a los alimentos, funcionaría con mucha mayor velocidad, reduciendo de forma significativa el gasto. Los investigadores están también buscando formas de optimizar el sistema para que se adapte a necesidades específicas.
Por otro lado, el grupo de científicos estudia la posibilidad de utilizar este equipo para analizar el ganado porcino antes de que alcance la madurez sexual y su carne produzca sustancias de olor desagradable.
A pesar de que la mayoría de los cerdos se sacrifican antes de llegar a la madurez sexual, existe la posibilidad de que algunos produzcan sustancias olorosas de forma prematura. Para evitar esta situación se castra de manera sistemática a todos los cochinillos. Este sistema desarrollado por el Instituto Fraunhofer podría significar el fin de la castración de cerdos: la operación no sería necesaria si se comprobara regularmente el cerdo antes de mandarlo al matadero.
Según los investigadores, ciertas hormonas y sustancias olorosas producidas por los verracos desempeñan un papel fundamental en la reproducción, pero los gustos de una cerda no tienen por qué coincidir con los de un humano.
Para más información, consulte:
Fraunhofer IME:
http://www.ime.fraunhofer.de/
Fraunhofer IPM:
http://www.ipm.fraunhofer.de/