europa

Programa de mayo (pdf. 582 Kb)

Un río paneuropeo

El cine europeo fluye como un río danubiano esquivo a las fronteras. Nos enamoramos de la Binoche en las películas de Kieslowski; conocimos el dolor de Chéjov en los ojos de Mastroianni. ¡Cómo añoramos los cinéfilos estos trasvases artísticos! ¡Cómo nos gusta el ciclo de cine europeo de este año, tan cosmopolita! Nos recuerda nuestros viajes ferroviarios a Praga cuando perseguíamos la cerveza que bebió Kafka. ¿Lo último de los veteranos Tarr y Resnais, junto a lo primero de los noveles Considine y Komandarev?
Algunos pensarán que, entre tanto nombre extranjero, sobran consonantes pero ¿qué sería de un cine-club sin el goce entomológico de atrapar los trabalenguas nominativos de los directores extranjeros hasta tornarlos cristalinos? Al genio húngaro Tarr lo veré al fin en pantalla grande, en una historia densa, filosófica, de locura equina nitzscheana, de estética eternamente arriesgada. La presencia del francés Resnais, superviviente mítico de la nouvelle vague, también me turba. Este nonagenario feliz protagoniza una metamorfosis profundamente ovidiana: tornó su cine intelectual en un estallido de color, ligero, casi juvenil.
Este ciclo, ya digo, es una lección geográfica y eufónica misteriosa. El británico Considine suena a taberna irlandesa, pero su redención, más que un film, es un puñetazo social, hondo, emotivo. El búlgaro Komandarev tiene ecos de un personaje atormentado ruso, y, sin embargo, ha rodado un divertido road movie espiritual. El panorama, ya digo, se presenta de lo más paneuropeo. Habrá que ir a la sala con un libro de Kundera en la mano y un cuadro de Chagall de marca - páginas, ese en el que vuelan vacas y cabras de la estirpe de Mélies.

J. M. Lander, profesor de cine de la UPL