Las madres, a la hora de comprar calzado infantil, comprobamos que el zapato sea flexible, confortable y que no presione la punta del pie de nuestro hijo. Lo cierto es que no todos los zapatos que se fabrican en el mercado para niños se adaptan a la ergonomía y fisiología de sus pies. Muchos de ellos se basan en reproducciones a escala del calzado de adultos. Esto, al menos, es lo que indica el Instituto Biomecánico de Valencia (IBV) en un estudio realizado a niños españoles sobre el uso de zapatos en la infancia.
El Instituto Biomecánico de Valencia es un centro tecnológico que investiga nuestro comportamiento en relación con los productos que utilizamos. En este caso, para realizar el estudio, se analizó el patrón de desplazamiento de un grupo de niños mientras caminaban por una zona diáfana con su calzado habitual y descalzos, alternativamente. También se determinó la influencia de los distintos tipos de calzados en sus patrones de desplazamiento, extrayéndose los criterios de diseño y las prestaciones que debería recoger el calzado.
Con los criterios de diseño obtenidos se ha desarrollado un nuevo modelo de calzado infantil para niños desde que empiezan a gatear hasta que empiezan a caminar. Este zapato, que se llama Biogateo y que está desarrollado por una empresa española, tiene una suela con ranuras estratégicas de diferente grosor que se prolongan hasta la puntera para una mejor flexibilidad.
La función del calzado infantil es la de proteger frente a la agresividad de ambientes externos en los que el niño se desenvuelve, ayudando a su desarrollo físico y motor, y proporcionando, al mismo tiempo, confort térmico (relacionado con el sudor, el frío o el calor) y mecánico (sin que provoque presiones ni rozaduras en el pie). "En las etapas iniciales a la adquisición de la marcha, el calzado debe permitir que el niño sienta el terreno para favorecer la estimulación sensorial, un buen desarrollo del sistema nervioso y mejorar el equilibrio. Además, el calzado para niños debe cumplir su función sin dar lugar a lesiones ni daños en los pies, favoreciendo el crecimiento y un desarrollo locomotriz normal", señala Juan Carlos González, director de Indumentaria del Instituto de Biomecánica de Valencia.
Según el Instituto de Biomecánica de Valencia las propiedades del calzado infantil dependen de la etapa de desarrollo en la que se encuentran los niños. Se distinguen tres etapa fundamentales: etapa del gateo, etapa de adquisición de la marcha y etapa de aumento de la actividad.
En la etapa del gateo o de ponerse de pie sin caminar agarrado a algún elemento estático (por ejemplo, un mueble), el calzado debe proporcionar al niño protección contra el frío, la humedad o posibles lesiones. El pie es una extremidad muy sensible y requiere de un tipo de zapato que permita la movilidad en todas las direcciones. La adherencia en la puntera del calzado es muy importante para facilitar la propulsión durante el gateo.
Durante el proceso de adquisición de la marcha, el niño pasa de mantenerse erguido a caminar de manera independiente. En este caso el aspecto más importante del calzado es la estabilidad y la eficiencia en la propulsión del paso. La distribución de presiones y la amortiguación de impactos aumentan su relevancia. La adherencia con el suelo, tanto en la puntera como en la suela, también es destacable al mejorar la propulsión de la marcha erguida y satisfacer las necesidades de propulsión durante los pocos episodios de gateo que todavía pueden darse durante esta fase. El peso también es relevante porque si es excesivo puede lastrar el pie dificultando el paso y reduciendo la estabilidad.
En cambio, en la etapa de aumento de actividad, el niño desarrolla su patrón de marcha erguida hasta alcanzar un patrón de marcha adulto. En esta fase todas las propiedades funcionales son relevantes ya que el niño despliega un gran elenco de actividades que exigen diferentes prestaciones al producto