Sobre los dos años y medio o tres, empieza la etapa de los "porqués". ¿Cómo deben actuar los papás y mamás cuando sus hijos e hijas les bombardean a preguntas, cuáles son las más habituales y cómo responderlas?

En torno a los tres años, los niños y niñas empieza a dirigir a sus papás y más una serie infinita de preguntas: algunas son divertidas, pero otras resultan embarazosas o extrañas. No siempre es fácil responderlas: quizás, falta el tiempo y la paciencia para argumentar cada pregunta, o el conocimiento para dar una explicación comprensible para el pequeño.

El menor se comporta de este modo porque, en esta fase, necesita entender el mundo que le rodea . Siente curiosidad, pero, al mismo tiempo, está asustado/a por las novedades que cada día le aguardan.
Por este motivo, se dirige constantemente a las personas en las que confía, para comprender lo que sucede a su alrededor y, al mismo tiempo, sentirse reconfortado/a.

Las preguntas que hacen los niños y niñas

"¿Por qué el cielo es azul?", "¿Por qué los coches tienen ruedas?", "¿Por qué nos tenemos que morir?", son algunos ejemplos de las preguntas que hacen a esta edad.

  • A veces, los menores necesitan una confirmación, además de entender el funcionamiento de un determinado objeto. En muchos casos, el "por qué" es en realidad un "cómo", es decir, una petición de explicaciones no sólo formales, sino también prácticas. Es como si quisiera conocer otros datos sobre un determinado acontecimiento. Por esta razón, puede suceder que sus preguntas sean insistentes: le falta algún dato y no sabe cómo pedirlo.
  • En general, si el menor no está convencido satisfecho de las respuestas recibidas, seguramente volverá a insistir en el tema. El pequeño recuerda todo lo que se le dijo en su día y, si la explicación fue incompleta, buscará comprobarla pidiendo más información. Es una señal positiva: significa que está creciendo y entendiendo.

Cómo comportarse

Lo primero que hay que hacer es armarse de paciencia y estar siempre dispuestos a responder a sus preguntas. No son necesarias las explicaciones detalladas, sino solo un poco de atención y sensibilidad.

  • El lenguaje que se utiliza para responder debe ser adecuado a su capacidad de comprensión. En algunos casos, se podrá recurrir a los cuentos, que son un vehículo privilegiado para comunicarse.
  • La respuesta que se da puede ser el punto de partida para despertar su curiosidad ("Según tú, ¿por qué las ruedas son redondas?"), con el fin de inducirle a razonar y a extraer conclusiones.
  • Es útil adquirir productos adecuados para satisfacer su deseo de conocimiento: diccionarios, atlas y audiovisuales, adaptados a su edad, que hay que utilizar juntos.
  • Si no se es capaz de contestar a una pregunta, hay que decirle que se desconoce la respuesta, pero que se le dará una explicación apenas os documentéis.
  • Si los progenitores se interesan por todo lo que les rodea, probablemente, el menor hará miles de preguntas y no se contentará con explicaciones pobres. Por el contrario, si son personas bastante cerradas, es posible que el pequeño se muestre menos curioso.

Lo que hay que evitar

  • Es fundamental no banalizar sus preguntas o reírse del menor, porque la pregunta que ha hecho parece ridícula a los ojos de los adultos.
  • Nunca se les debe engañar. Siempre hay una manera de acompañarles en el crecimiento diciéndoles la verdad, siempre de una forma comprensible, y respetando, al mismo tiempo, sus exigencias más profundas.
  • No hay que extenderse en explicaciones demasiado complejas: por ejemplo, saber de forma detallada cómo está hecho el motor de un coche no interesa a un niño/a de tres o cuatro años. Se aburrirá fácilmente y no sentirá satisfecha su curiosidad (y, por lo tanto, volverá a la carga después de algunos días con otras preguntas), o bien intentará cortar rápido diciendo: "lo sé". A menudo, los menores de esta edad se comportan como si quisieran saberlo todo, pero, en realidad, sólo les interesa conseguir un conocimiento sencillo y esencial del problema.



Fuente: mibebeyyo